Con la llegada del COVID-19, permanecer en casa y salir para lo estrictamente necesario se ha convertido en parte de la vida cotidiana. Sin embargo, a pesar de que ha transcurrido un año, y por ende un período de adaptación gradual al nuevo contexto, cada vez se añora más las condiciones de vida que muchos gozaban antes del 13 de marzo del 2020.
Para regresar a esa vida “antes de la pandemia”, las personas deben sentirse seguras y protegidas contra el virus que ha cambiado la realidad del mundo. Por ende, desde el inicio de esta crisis global, todo lo relacionado a potenciales vacunas o tratamientos se ha convertido en un tema prioritario, y es el que más interés ha provocado en el público.
Al respecto, desde hace unos meses, se dio inicio al proceso de vacunación en diversos países. Su ritmo parece ser proporcional al volumen de recursos que cada gobierno disponga para la adquisición de dosis, sin contar con las aportadas a través del sistema COVAX, además de los esquemas que hayan adoptado para la administración de tales dosis. Es por ello que, en Latinoamérica, Chile será el primer país en lograr la denominada inmunidad “de rebaño”. Esto es, lograr vacunar al 70% de la población, cantidad necesaria para proporcionar una protección indirecta que previene que individuos no inmunizados se contagien.
Algunos datos apuntan a que la mayoría de los países de la región lograrán la inmunidad colectiva a mediados del año que viene. Las proyecciones sugieren que Uruguay será, de dicho grupo, el primero en lograrlo; y, por el contrario, Colombia será el último.
Es de especial preocupación pensar en los países que, según estas estimaciones, lograrán la inmunidad a principios de 2023, en donde la reactivación comercial y el retorno de la vida cotidiana pre-pandemia se producirá en un futuro que parece estar muy lejano. Y es aún más inquietante el pronóstico para Venezuela, que es la última en posicionarse en la región, por lo que es el país que más tardará en lograrlo.La visión de los reguladores y sus intenciones a mediano plazo parece indicar que el regreso a la normalidad dependerá, inequívocamente, del propio proceso de vacunación. En ese sentido, a pesar de que este retorno no necesariamente conlleve de forma inmediata a un mayor crecimiento económico (o que los mercados subsanen por completo los daños dejados por la pandemia), es imperativo que la mayor cantidad posible de población esté inmunizada para frenar las pérdidas obtenidas a causa del nuevo virus, y recuperar los niveles de actividad económica anteriores a la pandemia en un período no tan prolongado.
Con información de nota de prensa.
Imagen cortesía de nota de prensa.
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