Sueños húmedos de un neoliberal salvaje

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Mucho antes que existieran escuálidos, el imperio, y la derecha endógena; hace muchos insultos atrás, a finales del siglo pasado, el insulto estándar que profería Chávez y todos cuantos se le fueron sumando en el camino al poder no era el de corrupto, ‘vende patria’, o hasta ‘adeco’ u ‘oligarca’…. su insulto preferido era el mote de neoliberal salvaje.

Allí cabía casi cualquier persona que disintiera con ellos. Sin embargo, en los círculos académicos de Economía, los neoliberales promovieron reformas orientadas al mercado y la competencia tales como: eliminar controles de precios, desregular los mercados de capitales, privatizar, minimizar las barreras comerciales internacionales y garantizar los derechos de propiedad. Por lo general, sus recomendaciones iban en el sentido de reducir la influencia del estado en la economía, lo cual para la gran mayoría de los venezolanos de aquellos tiempos sonaba a anatema.

A mediados de los 90s hubo un intenso debate económico al respecto. De esas discusiones, recuerdo debates que incluían a los economistas Hugo Farías, Emeterio Gómez, Miguel Rodríguez, Steve Hanke, Ricardo Haussman, y José Toro Hardy, entre otros. Entre las conversaciones recurrentes recuerdo debates acerca de cómo eliminar los controles de precios y financieros; discusiones de liberalización comercial (hasta se llegó a pensar en un tratado de libre comercio para todas las Américas desde Canadá a la Patagonia); y preguntas acerca de cuál debe ser el rol y tamaño del Estado. Entre las ideas más osadas que recuerdo en aquél entonces habían tres que siempre causaban encendidas polémicas: dolarizar la economía, liberalizar el precio de la gasolina y privatizar a PDVSA.

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Sin embargo, los vientos cambiaron. Poco a poco ese espacio para soñar un futuro diferente se fue cerrando. Y los temas que se abordaban abiertamente, se llenaron de connotaciones negativas. En Suramérica se le achacaba la pobreza y desigualdad de siempre al consenso de Washington. Y en Seattle se peleaba y protestaba en las calles en contra de la Organización Mundial de Comercio.

Resulta irónico que las políticas más neoliberales están siendo implementadas 25 años más tarde, precisamente por aquellos quienes fueron sus más estridentes adversarios.

Ahora que el régimen liberó el precio de la gasolina, indexarla al precio del dólar, y abrir parte de la actividad petrolera al sector privado; resultaría inverosímil oponerse sólo porque la está implementando el régimen. También resultaría poco coherente criticar el subsidio inicial que el régimen propone. Cualquier economista que haya pensado en cómo implementar esta medida habría abogado por alguna especie de subsidio, así que por allí no está el lado flaco del asunto.

Los problemas principales son al menos tres: (i) la opacidad como se ha procedido, con poca información y transparencia han creado innecesaria confusión; (ii) ligar el subsidio a afiliaciones políticas no sólo es reprochable sino hasta inconstitucional; y (iii) la opacidad en el otorgamiento de las nuevas bombas de gasolina que expenden en US$, sin tener un proceso de licitación público y abierto; se convierte en otra vía para la corrupción y el clientelismo. Estos elementos enturbian la medida y le restan posibilidades de éxito. Sin embargo, es probable que los beneficios a la nación (regularizar el abastecimiento de gasolina, y cerrar la brecha fiscal) sean en neto positivos.

A Deng Xiaoping, quién lideró China en los 80s y fué el arquitecto de su apertura económica, se le atribuye una frase pragmática para sus políticas cuando dijo que “no importa si el gato es blanco o negro, siempre que cace ratones”.

Economista Eduardo Bayut
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