Con un país de contrastes, de contradicciones y distorsiones económicas tiene que lidiar la población venezolana y buscar ajustarse a las nuevas realidades producto de la hiperinflación.
Mientras se conoce que es más habitual de lo que muchos creen que se comienza a usar pago móvil en dólares y criptomonedas, que buena parte de los comercios están aceptando pagos en dólares en efectivo y hasta los carniceros comienzan a aceptar dólares como forma de pago, un importante sector de la población no cuenta con recursos ni para alimentarse bien, mucho menos para comprar estrenos este final de año dado, los estratosféricos precios en estos tiempos de hiperinflación.
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El presupuesto para el grueso de la población no es suficiente para comprar los estrenos del 24 y 31 diciembre. Hace ya hace unos años que esto dejó ser una tradición. Para muchas familias la opción que les queda es reinventarse, toca usar zapatos usados y ropa que sacarán del closet que se pusieron en alguna ocasión especial, o la que esté en mejor estado, o recurrir a las ventas de ropas usadas, cada vez más común en puestos informales, ferias y hasta en tiendas formalmente constituidas en centros comerciales.
La caída del poder adquisitivo y los altos precios de bienes de primera necesidad han concentrado en estos la mayor parte del presupuesto familiar y reducido gastos en otras áreas. La crisis llegó a los closets y de lado quedó, como si se tratara de un lujo para los buenos tiempos, la compra de prendas de vestir y calzado.
Mientras piezas de ropa y zapatos nuevos no bajan de Bs.S 3.000 hasta Bs.S 30.000 y Bs.S 40.000 y más, dependiendo de la calidad y marcas, en estas ventas pueden encontrarse precios como Bs.S 200, Bs.S 500, Bs.S 800, Bs.S 1.000 y un poco más, dependiendo del estado de la pieza y calidad.
Miriam Contreras es vendedora de ropa, calzados y objetos usados en una feria vecinal que establecieron en una zona popular del municipio Baruta. Asegura que la idea de un grupo de vecinos del lugar surgió ante la crisis, además que es una opción para sacar provecho de lo que ya no usan en casa y ayudar a tanta gente que no tiene como vestir o calzarse en esta época tan crítica para el país.
“Algunas veces termino regalando algunas piezas de mis hijos cuando veo madres que no tienen ni Bs.S 500 para pagar por un pantalón o una blusita para su niña”, nos dijo.
Por otra parte, hay tiendas en algunos centros comerciales de Caracas que tienen gran acogida por la variada oferta de piezas y por el exhaustivo control de calidad en la compra que ellos reciben para su posterior puesta a la venta.
Una vendedora de uno de estos establecimientos en el municipio Chacao, nos comentó que la mayoría de la gente que les vende la ropa es por necesidad para comer y otro grupo importante que se va del país y requiere salir de esa ropa y contar con el dinero que pueda reunir. Algunas piezas son nuevas o con muy poco uso, todas modernas y en excelentes condiciones.
La señora Mildred Uzcátegui, presente en el lugar nos comentó que nunca se imaginó que este país fuera a pasar por una crisis de tal magnitud en la que comprar ropa usada fuera para muchos su única opción y una gran oportunidad de negocios para otros. Para nadie es un secreto que muchos han hecho de esta situación su gran oportunidad económica.
La compra de estrenos se aleja año a año, de las posibilidades del grueso de la población venezolana. La tradicional compra de ropa y zapatos para estrenar en la noche de Navidad y en la de Año Nuevo, es un sueño inalcanzable para los habitantes de este país cuya inflación se potencia por hora, 3% cada día.
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Venezuela, el país con las mayores reservas probadas de petróleo en el planeta, atraviesa por una severa crisis económica que se expresa en escasez e hiperinflación, un indicador que el Fondo Monetario Internacional estima cerrará por encima de 2.000.000% en 2018 y 10.000.000% en 2019.
