Varias semanas antes de que ocurriera, sus militantes ya lo estaban advirtiendo. Se venía una intervención del Partido Comunista de Venezuela por la vía del Tribunal Supremo de Justicia. Como en la Crónica de una muerte anunciada de García Márquez, el vaticinio funesto para el partido se hizo realidad el pasado 11 de agosto.
El procedimiento siguió un patrón ya muy conocido para cualquier observador atento de la política venezolana, con una probable añadidura al nivel de arbitrariedad. En casos anteriores de partidos intervenidos, el TSJ aprovechó disputas en el seno de los mismos para quitar las riendas a la directiva vigente hasta entonces y dárselas a otros militantes. Esta vez, el PCV denunció que los agitadores clamando por la injerencia del Estado ni siquiera son miembros del partido.
De todas formas, todas las intervenciones comparten un punto en común: sus blancos son partidos que hacen oposición al chavismo.
Ni los rojos se salvan
La lista de partidos intervenidos no ha hecho sino crecer y crecer en los últimos años y alcanza colores de todo tipo. Incluye al Movimiento de Integridad Nacional (MIN), Copei, Acción Democrática y Bandera Roja. Todos ellos se opusieron al chavismo desde 1998.
Luego de las intervenciones, estos partidos quedaron fraccionados en dos partes. Una, técnicamente clandestina, siguió activa en la oposición. La otra, aunque en teoría adversa al gobierno, en realidad dejó de hacer cualquier tipo de resistencia. Por el contrario, su discurso es las más de las veces un calco del oficialista.
Pero no son los únicos. Hay otros partidos que por un tiempo estuvieron aliados con el chavismo pero que, tan pronto como decidieron darle la espalda, corrieron con la misma suerte. Es el caso de Patria Para Todos (dos veces), Podemos y Tupamaro. Ahora se les une el PCV.
Un mal presagio
Ninguno de estos partidos en el Gran Polo Patriótico, la coalición oficialista, podía representar un gran peligro para el chavismo en términos electorales. Su desempeño comicial siempre ha sido pobre.
Eso no los salvó de la intervención por el TSJ. Una muestra de que el chavismo no está dispuesto a tolerar ni siquiera la más mínima oposición. De manera que la posibilidad de que partidos opositores que sí cuentan con bases de apoyo más grande puedan hacer política sin impedimentos en Venezuela sigue siendo mínima. Así será mientras el gobierno no sea presionado lo suficiente como para que acepte introducir reformas democráticas.
La intervención del PCV lo reafirma. El partido rompió con la elite gobernante debido a su discreto abandono de políticas de corte marxista. Es por lo tanto una crítica desde la izquierda. Eso tampoco está permitido, por lo visto.