Padres se las ingenian para resistir crisis alimentaria y evitar la desnutrición de sus hijos

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Aunque muchos comentan que la situación económica de Venezuela ha tenido signos de mejoría, no todos los ciudadanos han logrado alcanzar estabilidad.

Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) desarrollada por la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), a partir de 14 mil entrevistas en todo el país, los índices de pobreza aumentaron entre 2020 y 2021 debido a que el ingreso mensual es inferior a 1,9 dólares. En el último informe, presentado el 29 de septiembre, la pobreza total se ubicó en 94,5% y la extrema alcanzó 76,6%.

El resultado en el parte multidimensional, que refleja la carencia en diversas áreas de la vida social, llegó a 65,2% siendo los factores vivienda, educación y servicios los que experimentaron la caída más drástica. El estudio también señala que sólo 5.8% de la población tiene seguridad alimentaria, es decir, tiene acceso al alimento de modo estable y en suficientes cantidades.

Mildred Fernández, habitante del sector Sierra Maestra, es una de esas madres que por la situación económica se han visto afectadas a la hora de alimentar a sus tres hijos. Pensar en la nutrición del menor de ellos, que tiene un año de edad, la pone mal, pues tiene un salario mínimo equivalente a 5 dólares y su esposo también trabaja.

“Le compro leche cuando tenemos un dinero extra, matamos ‘tigritos’ o vendemos algo. Solamente la usamos para él, para no gastarla tan rápido. No he podido comprarle las vitaminas que le enviaron en la última consulta de hace dos meses. Todos los días rogamos a Dios para que no se enferme por miedo a no tener cómo costear las medicinas porque en los centros de salud no hay nada. Ni en los (módulos de) Barrio Adentro he conseguido algo para fiebre”, comentó.

Mildred procura seguir la recomendación de la pediatra para darles una dieta balanceada a sus hijos, para lo cual incorpora la mayor cantidad de nutrientes con rubros vegetales y proteína animal, aunque sea en pequeñas raciones.

Karelis Ortiz tiene 22 años de edad. Es madre de una niña de 5 años y de un bebé de 7 meses; vive con su madre y hermana menor. Comentó que mantener a su pequeño le ha sido difícil y por una mala alimentación casi lo pierde. “Yo no comía bien, lo mantenía con lactancia, pero sentía que no lo llenaba y empecé a darle teteros de crema de arroz prácticamente todos los días. Eso le enfermó el estómago horrible; los cuadros de diarrea y vómito fueron tan fuertes que lo hospitalizaron por dos meses. En esos días todos nos pusimos más flacos”, sostuvo la joven.

Adquirir un paquete de leche completa de 900 gramos se le hace una misión imposible debido a que supera los 29 bolívares. Ortiz cuenta que, para sostenerse, venden dulces elaborados por ellas mismas pero lo que ganan no es suficiente para comer tres veces al día de manera constante. Su pareja migró a Brasil en busca de trabajo, pero no ha tenido suerte. Actualmente se dedica a ofrecer galletas, café y cualquier otra cosa en las estaciones de servicio y plazas para conseguir dinero y enviárselo.

“Luego de ese susto trato de nutrir a mis hijos con jugo de frutas y avena. A veces me regalan un poco de leche y se la agrego. El médico me pidió que tuviera mucho cuidado con mi bebé porque tiene un cuadro de desnutrición”, sostuvo.

Según contó, el costo de la fórmula láctea que le recomendaron sobrepasa los 30 bolívares. Debido a eso alterna la lactancia con arroz licuado.

Sacrificios

En casa de Yendri Sánchez la única proteína animal que se consume es pescado; mayormente sardina, por ser lo más barato. Otros rubros como pollo y mortadela los consumen cuando vienen en la bolsa de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Hace ocho meses dio a luz a su primer hijo y hace de todo para mantenerlo sano, a tal punto de que casi todos sus ingresos económicos lo destinan al cuidado del bebé.

“Mi esposo y yo hemos sacrificado muchas cosas porque la situación se apretó con la pandemia y el precio del dólar. Desde hace tiempo no compramos carnes porque lo que podemos adquirir con eso lo gastamos más que todo en remedios y vitaminas, porque se nos ha enfermado bastante con infecciones”, contó.

Los estudios de la Encovi señalan que la crisis ha obligado a los ciudadanos a rebuscarse. Dice que 7,6 millones de personas en Venezuela están ocupadas laboralmente; 46% de ellas quiere trabajar más, mientras que 21% labora más de 46 horas.

De acuerdo con los resultados de las encuestas, entre 2014 y 2021 se perdieron 4,4 millones de puestos de trabajo, 70% del sector público y 30% del privado. Eso ha incidido en el incremento del empleo informal.

Estos resultados se manejan en el contexto de la pandemia, persistencia de una elevada inflación que deviene en hiperinflación desde 2017, reducción del empleo, incremento de la informalidad y destrucción del poder de compra.

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