La Prensa del Táchira: Un día del Padre bajo la mirada de la migración

El inicio de la crisis migratoria en 2015 se llevó del país a las hijas de Jesús Velasco. Vanessa y Paola se fueron en busca de una nueva y mejor vida, la cual consiguieron en Barcelona (España) y Newcastle (Australia).

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Con el pasar de los años, los hijos crecen y los padres envejecen. El ciclo natural de la vida lleva a los descendientes a abandonar el nido, pero la crisis migratoria venezolana aceleró y marcó de forma triste y nostálgica este proceso. 

Alrededor del mundo se estima que hay casi cinco millones y medio de migrantes venezolanos, concentrados principalmente en Sudamérica, Estados Unidos y España.

Millones de padres e hijos huyeron del país con el objetivo de darles una mejor vida a sus seres queridos residentes en Venezuela. Las familias se rompieron, pero todos los que llevan esta triste carga en sus vidas mantienen la esperanza intacta de que la mañana de algún buen día, lograrán ese abrazo tan anhelado en familia. 

3488 km.

Son 3 mil 488 kilómetros los que separan a una familia tachirense. 

Leandro Mora, quien partió junto a su esposa e hijo a Lima, Perú el 23 de septiembre del año 2018 dejando en Venezuela a su hija mayor, quien decidió quedarse a culminar su educación universitaria. 

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«El día de mi partida estuvo lleno de tristeza, estuve horas en silencio tratando de procesar lo que ocurría, la situación del país me obligó a marcharme, fueron momentos de llanto por el dolor en el pecho, ahora lo recuerdo y se me eriza la piel». 

La vida está llena de momentos difíciles. «Con el pasar de los años se ha vuelto cada vez más difícil estar lejos de mi Madeline, es una nostalgia constante que cada noche me invade y me llevó a tomar la decisión de regresar al país». 

Leandro comenta que pese a que su trabajo en Venezuela ocupaba mucho de su tiempo, siempre intentó estar para su familia, además recuerda la alegría y sentir tachirense con nostalgia y emoción. 

De igual forma, el padre de la familia Mora afirma que sus hijos son su mayor bendición y orgullo, son lo más grande que tiene.

Tenia que volar, pero no lejos

Con el pasar de los años, las familias venezolanas han disminuido el número de sus integrantes en las cenas familiares, es el caso de Vicente González, dueño de una panadería local, dos de sus cuatro hijos partieron de suelo patrio. Vicente Alberto tiene dos años en Bélgica y su hija Yusely tres años en Bogotá.

Don Vicente comenta que sus hijos se marcharon porque no se imaginaban un futuro en esta crisis. «Es muy difícil ser joven y no tener futuro», frase utilizada por sus descendientes como argumento para partir.

«Algún día los hijos tienen que volar y salir del hogar familiar como lo hizo uno, la diferencia es que no nos mudábamos a otro país. En mi época se buscaba un departamento cercano y se intentaba visitar a los padres seguido, vengo de una familia muy unida y la partida de un miembro duele bastante».

De igual manera, el padre comentó que está muy orgulloso de sus hijos y los alentó a marcharse y luchar por sus sueños. Afirma que la vida se encargará de reunirlos cuando sea el momento indicado y que en sus planes está que el feliz reencuentro sea muy pronto, cuando pueda viajar.

Un corazón que está en pedazo

El inicio de la crisis migratoria en 2015 se llevó del país a las hijas de Jesús Velasco. Vanessa y Paola se fueron en busca de una nueva y mejor vida, la cual consiguieron en Barcelona (España) y Newcastle (Australia).

«Tengo sentimientos encontrados cuando pienso en cómo ha cambiado mi vida desde que mis hijas se fueron, tristeza y nostalgia me genera su ausencia, pero me da alegría y orgullo saber que con trabajo duro han logrado todas sus metas».

Jesús se describe como una persona alegre y optimista, aunque comenta que en las reuniones familiares las risas del momento no llenan el vacío de no tener a sus hijas en las navidades y fechas especiales.

«La mayor bendición que me dio Dios han sido mis tres hijos, Jesús Daniel (de 15 años) y mi esposa Nereida hacen más ligera la carga de tener una parte de mi corazón tan lejos, sueño con el día que esta pesadilla termine y pueda disfrutar de toda mi familia».

Todos los días son iguales para mi

Un lustro ha pasado desde la última vez que Nelson García, propietario de una cerrajería, abrazó a su única hija, quien después de culminar la universidad decidió pedir sus pasantías en distintos países, entre ellos Colombia, Perú y Chile; en este último es donde terminaría residenciándose, y desde aquel año 2016 no volvió a su amada Venezuela.

«Me partió el alma su ida, todos los frutos de mi trabajo quería dárselo a Mariana, ahora sólo vivo con mi esposa y cuatro perros, quienes amortizan un poco el dolor de su partida con su compañía y juegos».

García comentó que las reuniones familiares y eventos especiales se acabaron. «Ahora todos los días son iguales, ella era nuestra alegría y se fue. 

Gracias a Dios existen las nuevas comunicaciones y podemos hablar seguido con Mariana, no tenerla es lo más duro que me ha tocado vivir».

Asimismo, el señor Nelson dijo que espera muy pronto su ansiado reencuentro.

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