Los perros calientes siguen siendo el resuelve de los tachirenses

Los comerciantes manifestaron que el alza de los precios de mil pesos a dos mil se debe al cierre de la frontera con Colombia, ya que, salvo el pan y el papel donde se entregan, los demás productos tienen origen en el vecino país y llegan por las trochas.

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Pese al aumento de precios, los puestos callejeros de perros calientes han proliferado nuevamente en la ciudad de San Cristóbal, en un breve recorrido de la Prensa del Táchira, se pudo constatar al menos 24 establecimientos entre los sectores de Barrio Obrero y el Centro de la ciudad. 

Los comerciantes manifestaron que el alza de los precios de mil pesos a dos mil  se debe al cierre de la frontera con Colombia, ya que, salvo el pan y el papel donde se entregan, los demás productos tienen origen en el vecino país y llegan por las trochas lo que incrementa el precio, aunque informaron que por el riesgo que implica cruzar la frontera, prefieren dirigirse a los mercados locales donde se consiguen con un precio un poco superior. 

Hace dos años aproximadamente se inició el popular emprendimiento de los perritos de mil pesos, en la ciudad de la cordialidad fue todo un éxito, los comensales lo consideraban económico, rápido y como lo dice Verónica Sánchez «Servía para resolver, mientras uno llegaba a la casa a comer». 

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Jesús Sombra, dueño de un establecimiento en la Avenida Carabobo, indicó que ha disminuido considerablemente las ventas. «En un inicio se lograban vender hasta 400 perros calientes, hoy en día, pasan jornadas enteras durante la semana radical en la que no se logra vender nada».

Recorriendo la ciudad se pudieron encontrar desde locales que apenas iniciaban su faena como algunos que tenían desde inicios de la mañana.

El flujo de clientes varía tanto de la hora como de la locación, Según Nelly Pulido, encargada de uno carrito de perros calientes en la 5.ª avenida su mayor «Boleo» ocurre en las horas del almuerzo, entre 11 de la mañana y 2 de la tarde, en cambio para Carlos Ortiz ubicado en la esquina superior de la plaza los Mangos, la afluencia de gente empieza a incrementar pasadas las cinco de la tarde. 

Kamila Santander, una cliente de un puesto en el centro de la ciudad comentó que el consumo de estas comidas es constante. «Cualquier imprevisto que uno tenga de gas o luz, se resuelve con estos perros, pero consumirlos diariamente es complicado porque ya no son tan accesibles».

Todos los locales visitados tenían las medidas de bioseguridad mínimas, tapabocas, los guantes y un frasco con algo de alcohol para desinfectar las manos de los comensales.

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