El Nuevo Herald: Enfermos desesperados y hospitales sin cupo ante nueva ola de Covid-19 en Venezuela

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Cortesía / Tomado de La Patilla
Cortesía / Tomado de La Patilla

Los mensajes llenan el chat de WhatsApp de doctores de clínicas privadas en la capital de Venezuela: pedidos desesperados de ayuda para pacientes de coronavirus que buscan camas en las unidades de cuidados intensivos, reseñó Antonio María Delgado/El Nuevo Herald.

En momentos en que el atribulado país sudamericano es sacudido por una nueva ola de casos de coronavirus , los pacientes y los doctores se encuentran inmersos en una búsqueda de camas para atender a los enfermos.

La gran mayoría de venezolanos no cuenta con los recursos para los costos de las clínicas privadas, y muchos de ellos se ven obligados a acudir a los hospitales públicos donde los insumos para las pruebas, las camas disponibles e incluso los equipos de protección del personal médico escasean. Y ahora, incluso quienes tienen dinero, están descubriendo que no hay muchas opciones disponibles en los centros privados que cobran hasta $3,000 por noche de hospitalización.

En el chat de WhatsApp, el doctor Herman Scholtz, presidente del Centro Médico Docente La Trinidad de Caracas, y otros doctores comparten información cada 12 horas sobre cuantas camas de terapia intensiva tienen disponibles. Ellos comenzaron a compartir información luego que los centros de asistencias empezaran a rechazar por falta de culpo las ambulancias que llegaban transportando pacientes.

De verdad que es muy doloroso referir a un paciente (a otro lugar) cuando sabes que no existe la atención”, dijo Scholtz.

El Poliedro de Caracas, un centro de espectáculos gigante donde las bandas Queen y Metallica alguna vez comandaron el escenario, ha sido convertido en un gran centro de atención, con habitaciones de hospital improvisadas dentro de carpas y separadas por una delgada tela azul repletas de pacientes tras permanecer casi vacías durante el año pasado.

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En un hospital público de gran tamaño, un doctor dijo que todas las camas designadas para pacientes de COVID-19 están llenas. En la clínica de Scholtz, la cantidad de pacientes que están llegando a la sala de emergencias, muchos de ellos con síntomas del virus, está en vías de triplicar la cantidad observada en febrero.

El repunte se produce cuando las autoridades venezolanas confirman que han identificado la presencia de la cepa más contagiosa de COVID-19 que se encontró por primera vez en Brasil. El gobernante Nicolás Maduro ordenó recientemente una “cuarentena radical” que confinó a los venezolanos en sus hogares durante 14 días en respuesta. El líder de la oposición, Juan Guaidó, anunció el sábado que había dado positivo por el virus.

Mientras tanto, la campaña de vacunación de Venezuela apenas ha comenzado. El país ha recibido 700,000 dosis hasta el momento, la mayoría de las cuales fueron donadas por la empresa china Sinopharm, muy por debajo de la cantidad necesaria para vacunar a la población de 25 millones.

Entre tanto, las luchas políticas internas entre el gobierno y la oposición han retrasado el acceso a las vacunas a través de COVAX Facility, la iniciativa respaldada por la Organización Mundial de la Salud para proporcionar vacunas a los países pobres. El lento acceso a las vacunas junto con la aparición de variantes potencialmente más peligrosos ha puesto al sistema médico del país en estado de alerta.

“Tenemos un sistema de salud enfermo, tenemos un sistema de salud muy débil y nos agarra esta pandemia. Evidentemente vamos a entrar en crisis”, dijo el Dr. German Cortez, presidente de la Clínica Santa Sofía y presidente de la Asociación Capital de Clínicas y Hospitales.

Recordando la situación vista el año pasado en una ciudad costera de Ecuador, donde los cuerpos de fallecidos por el coronavirus se acumulaban en las casas y en hasta las calles, agregó: “Esas imágenes que vimos en Guayaquil, no las quiero ver en Caracas. Yo no las quiero ver en el centro de la ciudad. Pero si no tomamos medidas drásticas y no hacemos una vacunación masiva, vamos para allá”.

Venezuela en caída libre

Cuando la pandemia comenzó, muchos advirtieron que Venezuela se encontraba entre los países menos preparados del mundo para enfrentar una ola de pacientes enfermos con el virus. Un estudio publicado a principios de 2020 encontró que el 78% de los hospitales del país sufrían escasez crónica de agua y que el 49% de las salas de emergencia carecían de suministros básicos para tratar a los pacientes, incluyendo máscaras faciales. Muchos hospitales incluso no tienen suministros para limpiar los quirófanos, menos aún salas de espera y pasillos.

Ante el hecho de que 30,000 médicos han salido del país, muchos hospitales han cerrado alas especializadas o incluso edificios enteros. La economía de la nación se contrajo en más del 63% entre el 2013, cuando Maduro asumió el cargo, y el 2019, según el Fondo Monetario Internacional, un colapso propiciado entre otras cosas por una mala gestión gubernamental, elevados niveles de corrupción y una caída drástica de los precios del petróleo.

La hiperinflación vertiginosa hizo que incluso los salarios de muchos médicos cayeran hasta niveles insignificantes.

“La mayoría de los hospitales venezolanos solo están operando a un 20 o 25 por ciento de su capacidad, y el resto básicamente está cerrado”, dijo Douglas León Natera, presidente de la Federación Médica Venezolana. “La mayoría de las camas no funcionan. Entonces, en lugar de las más de 46,000 camas que deberían estar funcionando en los hospitales, solo se están utilizando 12,000 o 13,000”.

Si bien pocos profesionales de la salud dudan de que Venezuela durante los últimos meses se había salvado de la peor parte de la crisis sanitaria en comparación con vecinos como Brasil, Perú y Colombia, muchos también sostienen que las bajas cifras oficiales no representan la dimensión real de la pandemia dentro del país, debido a que se están realizando insuficientes pruebas.

Las cifras oficiales de Venezuela arrojan solo 28.83 casos por millón de habitantes, según Our World in Data, proyecto conjunto entre la Universidad de Oxford y Global Change Data Lab, un grupo sin fines de lucro. La cifra recoge el aumento del las últimas semanas, que se produce después de que Venezuela vio una primera ola en agosto y septiembre del año pasado. Pero aún están muy por debajo de lo padecido por países vecinos como Colombia, que reporta 109.65 casos por millón de habitantes.

El propio Maduro ha reconocido el reciente aumento, diciendo en la televisión nacional esta semana que el país se enfrenta a “una nueva ola de contagio” que atribuyó a la llegada de la cepa brasileña.

“Venezuela está subdetectando el virus; no está registrando lo que está pasando”, dijo Miguel Pizarro, un legislador designado por Guaidó como la persona clave para la crisis del coronavirus. “Cuando se mira las tasas de ocupación en las salas de cuidados intensivos, cuando se mira la cantidad de personas que mueren a causa de una infección respiratoria aguda, resulta obvio que no existe un informe real sobre la pandemia en el país”.

El Dr. Julio Castro, uno de los líderes de la organización sin fines de lucro Médicos por la Salud, dijo en un foro reciente que las cifras oficiales no reflejan “todos los casos ni todas las muertes”.

“Pero claramente estamos en una segunda ola de la pandemia y no sabemos a dónde nos llevará”, señaló.

El virus lleva al límite a los hospitales públicos

El fallecido presidente socialista Hugo Chávez llegó al poder gracias en parte a la promesa de brindar atención médica gratuita para todos y a inicios de su gobierno abrió nuevos centros médicos en barrios marginales, trajo a miles de médicos cubanos para que los operaran y el esfuerzo se vio reflejado en los indicadores, con un aumento de dos años a la esperanza de vida y un recorte en la mortalidad infantil de 26.7 a 14.6 muertes por cada 1.000 recién nacidos entre el 1998 y el 2013.

Pero esos avances se han perdido en los últimos años y el país ha estado registrando brotes de enfermedades prevenibles por vacunación como el sarampión, un aumento significativo de la mortalidad infantil y materna, y una situación de hambre y desnutrición generalizada.

De la misma manera, la desigualdad en el sistema de salud nunca desapareció y ahora, durante la pandemia, ha vuelto a ponerse de relieve.

En el Hospital Universitario de Caracas, uno de los más grandes de la capital, médicos y pacientes suben por una rampa sucia donde el olor a orina impregna el aire, y donde cientos de colillas, condones e incluso heces ensucian el suelo. La rampa es la principal vía por la que los pacientes pasan de un piso a otro del hospital de 10 pisos. El ascensor lleva años fuera de servicio.

Uno de los empleados fue visto recientemente atendiendo a pacientes de COVID-19 sin usar guantes y sin usar algún protector facial más allá de una mascarilla y una bata desechable desgastada. Un especialista en salud del hospital, que pidió no ser identificado por temor a represalias, dijo que todas las camas COVID-19 estaban ocupadas y que se habían visto obligados a rechazar a muchos pacientes.

Marva Barrios, una terapeuta ocupacional de 32 años, llegó al hospital universitario con la esperanza de hacerse una prueba gratuita de COVID-19, convencida de que había contraído el virus. Recientemente había perdido a una amiga a la enfermedad y en los últimos días ella misma había contraído los síntomas, incluyendo la pérdida del sentido del gusto y del olfato. Su trabajo como gerente de cuentas de redes sociales requería una prueba positiva para poder trabajar desde casa. Pero conseguir uno resultó ser una odisea.

Las clínicas privadas ofrecían pruebas en el hogar por $100, precio muy fuera de su alcance. Ella fue a dos hospitales, uno privado y otro público, y le dijeron que no tenían exámenes. Una amiga le sugirió que fuera al Instituto Nacional de Higiene, pero solo ofrecían pruebas a quienes las necesitaban para viajar. Terminó en el Hospital Universitario, esperando en fila con otros pacientes.

“Siempre dicen: ‘Vaya a estos centros de salud y hágase la prueba’. Pero no se hacen las pruebas”, dijo. “Si no tienes seguro médico aquí, mueres [esperando] en un hospital público, porque no pueden recibirte”.

Yusmary Pino, una madre de 42 años, y su esposo, también estaban entre los que esperaban hacerse la prueba. Ambos habían tenido síntomas del virus durante cuatro días, pero habían tenido demasiado miedo para ir al hospital. Su hija trabaja en una clínica privada que ofrece una prueba por $80, dinero que la familia no tiene. Entonces decidieron probar suerte en un hospital público.

Dos horas más tarde, salió un médico y anunció que no tenían ninguna prueba.

“Todo lo que dicen en televisión es una mentira”, dijo Pino frustrada, mientras esperaba sentada en el borde de una pequeña pared, con dificultad para respirar. “Todo está colapsado. Anoche en la televisión nacional, mostraban todo bello, los hospitales con insumos y aquí no tienen ni para hacernos la prueba”.

También pone a prueba a los privados

Aunque están mucho mejor abastecidos, los hospitales privados también enfrentan sus propios desafíos a medida que un número creciente de pacientes los contacta cada día en busca de camas. Las clínicas que coordinan esfuerzos a través del WhatsApp, algunas de las cuales se encuentran entre las más grandes del país, están operando a plena capacidad, y la crisis ocupa casi la totalidad de las casi 500 camas que tienen disponibles en conjunto, dijo Cortez, líder de la asociación comercial sin fines de lucro.

Como en otros centros de atención alrededor del mundo, los hospitales privados están dividiendo sus servicios en dos, para asegurarse de que los pacientes habituales no estén muy cerca de los que tienen el virus. Eso en efecto, significa administrar dos hospitales por separado y genera gastos adicionales.

La mayoría de los hospitales privados tienen su propio pozo de agua y plantas de electricidad para mantenerse en funcionamiento durante los cortes de energía habituales de la ciudad. Pero los tanques de oxígeno son cada vez más escasos.

En el momento actual, solo hay una empresa que proporciona oxígeno a las clínicas, dijo Scholtz, el líder de la clínica que ayudó a lanzar el grupo WhatsApp.

“Simplemente vinieron y nos proporcionaron 7,000 kilogramos y oxígeno, pero al ritmo actual que solo durará hasta el sábado”, dijo. “La mitad de nuestros pacientes necesitan ese oxígeno y quedarse sin oxígeno sería un problema grave”.

Para lidiar con el espacio limitado, su clínica está monitoreando a los pacientes con COVID-19 con síntomas menos severos fuera del hospital a través de un sistema de monitoreo digital que mide su temperatura y nivel de oxígeno en la sangre. Si estos fluctúan a niveles alarmantes, un profesional médico los contacta y los orienta sobre qué hacer, dijo.

Cortez dijo que la pandemia ha estirado el presupuesto de las clínicas privadas a medida que se abastecen de equipo de protección.

“Cada vez que ves a un paciente, debe usar una bata desechable”, dijo. “Tienes que usar guantes y una gorra que debes reemplazar. Pero no solo para los médicos, sino también para las enfermeras y el personal que lleva la comida al paciente, así como el camillero que tiene que transportar al paciente de un punto a otro para hacerse una radiografía ”.

No hay soluciones rápidas

El repunte se produce en un momento en que Venezuela enfrenta problemas para llegar a un acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la rama de las Américas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para obtener un lote importante de vacunas contra el coronavirus.

Venezuela no realizó un pago de 18 millones de dólares para asegurar las dosis de la vacuna a través del programa COVAX de la OMS, mientras la oposición y el régimen de Maduro no se ponen de acuerdo sobre cómo conseguir el dinero. Guaidó dijo recientemente que pediría a los funcionarios estadounidenses que liberen los activos venezolanos que han sido congelados por las sanciones estadounidenses contra Maduro, lo que en teoría acerca al país a recibir las inyecciones.

Pero incluso si ambas partes llegan a un acuerdo sobre la ayuda disponible a través del COVAX, todavía hay una serie de problemas que deben resolverse, dijo el Dr. Ciro Ugarte, director de emergencias de salud de la OPS.

“Luego de ese pago, surge la necesidad de ratificar que hay fondos suficientes, que rondan los $100 millones, para adquirir el resto de las vacunas, que suman alrededor de 2.4 millones, que llegarían cuando llegue ese pago”, dijo Ugarte en una reciente conferencia telefónica con periodistas.

Agregó que el despliegue a pequeña escala de las vacunas rusas y chinas en el país ya ha demostrado que Venezuela necesita fortalecer la cadena de frío del país, aunque no proporcionó detalles.

Como parte de eso, dijo que Venezuela también necesita mejorar el acceso a servicios esenciales como transporte, electricidad y el suministro de agua. En las últimas semanas, la escasez de diésel se ha agudizado, lo que pone en riesgo la capacidad de transportar todo, desde alimentos hasta bebidas.

Maduro ha dicho que su gobierno ha administrado alrededor del 60% de las 100,000 dosis de las vacunas rusas Sputnik V que recibió en febrero, dando prioridad al personal médico y a los funcionarios, mientras que Reuters informó que el país sudamericano ha invertido $200 millones para comprar 10 millones de dosis de la vacuna rusa.

Pero en lo que augura una nueva demora, el equipo de Maduro anunció recientemente que Venezuela no permitirá el uso en el país de la vacuna AstraZeneca, el medicamento que se le está ofreciendo al país a través del COVAX.

“Teniendo en cuenta las dificultades técnicas, el presidente Nicolás Maduro había decidido… no aprobar y no licenciar esta vacuna en territorio venezolano”, dijo la vicepresidenta Delcy Rodríguez luego de que varias naciones europeas anunciaran que suspenderían el uso de la vacuna por preocupaciones sobre la la posibilidad de que el fármaco estimule la creación de coágulos de sangre entre algunos pacientes.

La OMS, sin embargo, ha dicho que los datos recogidos no sugieren que la inyección haya causado coágulos y que el medicamente aún debe usarse.

Gotas milagrosas

Mientras tanto, Maduro sigue siendo criticado por promover las gotas Carvativir como una cura milagrosa. La solución oral se deriva de la hierba tomillo y se ha utilizado durante mucho tiempo en medicamentos tradicionales.

La Academia de Medicina de Venezuela ha instado al régimen de Maduro a dejar de difundir información falsa, mientras que Facebook suspendió la cuenta del gobernante por un mes por hablar en un video sobre las propiedades milagrosas de las gatos.

La nueva variante brasileña, considerada una variedad más agresiva, también está causando alarma en Venezuela, al igual que en todo el continente. El reciente aumento repentino en casos ha abrumado su sistema de atención de la salud en el vecino país, y las muertes diarias representan casi un tercio de todas en todo el mundo.

Hasta el momento no existen muchos detalles sobre cuántos venezolanos han sido infectados por la nueva cepa, pero los funcionarios de la OPS dijeron que hay indicios de que ha comenzado a propagarse en los estados sureños de Bolívar y Amazonas.

“Desafortunadamente, la terrible situación en Brasil también está afectando a sus países vecinos”, dijo Sylvain Aldighieri, gerente de incidentes de la OPS, durante una sesión informativa reciente. “Los casos han aumentado en Venezuela”.

La escasez de camas hospitalarias en Venezuela ha traído de vuelta una vieja práctica, que había desaparecido en las grandes ciudades con el paso del tiempo: las visitas domiciliarias. Cuando la lista de WhatsApp para camas de clínicas privadas no muestra ninguna disponible, los médicos derivan a los pacientes a servicios que ofrecen tales visitas.

Scholtz, por su parte, dijo que hay otro factor que complica la respuesta: el pánico.

“Esta enfermedad genera mucho miedo”, dijo. “Para muchos, es casi peor descubrir que tiene COVID que descubrir que tiene cáncer, porque ven el riesgo de muerte como más inmediato”.

El Nuevo Herald / Tomado de La Patilla

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