“Vivimos una vida muy modesta”: José Guerra, diputado venezolano exiliado en EE.UU.

Reside junto a su esposa en un apartamento de una sola habitación en las afueras de Washington, cuyo alquiler pagan sus hijos. Vive de sus ahorros y de consultorías a destajo. Este es el segundo de tres reportajes de la VOA que busca reflejar las vidas de los al menos 35 políticos venezolanos exiliados por el madurismo.

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José Guerra, diputado y economista venezolano, tenía solo tres camisas y tres pantalones en su maleta durante un viaje corto a España, donde lo sorprendió la noticia de que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de su país había solicitado el allanamiento de su inmunidad parlamentaria.

Un banco regional le había invitado a Madrid por tres días para participar en una conferencia sobre su área de experticia. Ese 12 de junio de 2019, un miércoles, llevaba 300 euros en su cartera. Se llenó de incertidumbre.

“Ya me iba a regresar al día siguiente. Me causó una gran sorpresa”, cuenta a la Voz de América desde su exilio en Estados Unidos, donde reside junto a su esposa, trabajando por cuenta propia, aún activo en la política de su país.

La justicia venezolana falló contra Guerra, de 64 años, por la presunta comisión de delitos contra el Estado durante su participación en el fallido alzamiento cívico y militar del 30 de abril de ese año contra el gobierno de Nicolás Maduro.

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En agosto de ese año, la Asamblea Nacional Constituyente, controlada por el chavismo, certificó el despojo de su protección constitucional como diputado. 

Guerra, nacido en el estado oriental de Sucre hace 64 años, no halló rumbo ni residencia permanentes por al menos tres meses. Desde Madrid, hizo escala en Colombia para sumarse a una reunión política; luego, se dirigió a California, Estados Unidos, donde permaneció 20 días en casa de su hijo mayor.

Se reencontró con su esposa, pero no tardó mucho en darse cuenta del divorcio entre la cultura de San Francisco y sus intereses. “Allí, hay tecnología, no actividad política”, describe. Un excompañero de estudios los albergó entonces en su vivienda, cerca del río Potomac, en Washington.

Se mudaron dos meses después a un apartamento de una sola habitación en Rockville, Maryland, a las afueras de la capital estadounidense. Desde el exilio ayudó a corredactar la sección económica del Plan País, una propuesta de la oposición venezolana para la transición y resurrección integral de Venezuela.

“Al principio, veía ahí a muchos venezolanos. Uno extraña mucho a su país. Tenía que tomar un tren de 30 minutos hasta el centro de Washington. En ese tiempo, tenía un estatus legal que me permitía hacer trabajos a destajo en lo económico. Compartía el tiempo con una empresa de consultoría”, precisa.

Aprovechó su tiempo libre, incluso, para escribir su primer libro en el exilio, titulado Notas de economía para principiantes. Y, entonces, llegó la pandemia.

Modestia en vez de lujo

Guerra laboró por 23 años en el Banco Central de Venezuela (BCV) antes de hacer política y ganar una diputación en 2015 en el Distrito Capital.

Se convirtió en referencia sobre asuntos económicos y laborales en la oposición venezolana luego de ejercer como consejero en la materia de Henrique Capriles durante sus candidaturas presidenciales de 2012 y 2013.

Recientemente, en su destierro por razones políticas, ha invertido sus horas de confinamiento para escribir tres libros sobre Venezuela. El último de ellos trata sobre la historia de los presidentes del país suramericano.

El parlamentario se ofende ante las denuncias de dirigentes del chavismo de que los diputados venezolanos en el exilio, un grupo de al menos 35 políticos, tienen vidas subsidiadas con recursos “secuestrados” del país o de Estados Unidos.

“Conozco un diputado que está aquí también que pasó tres meses durmiendo en un colchón inflable. El televisor me lo regaló un amigo. La cama, la mesa, también me las regalaron. Es una calumnia”, se defiende.

Los dividendos por su faceta de autor literario son menores, muy contados, dice. Se ha “defendido” económicamente gracias a sus consultorías a destajo, sus ahorros de una pensión mensual que recibe luego de años de un “extraordinario salario” en el BCV, señala. También explica que recibe el apoyo económico de sus hijos.

“Ellos nos pagan el apartamento donde vivimos y lo demás lo cubrimos. Vivimos una vida muy modesta. El gasto en comida es de más o menos unos 180 dólares mensuales”, detalla el legislador, preocupado especialmente por su salud.

No ha podido costearse seguro médico alguno. Ya en el exilio, acudió a clínicas ambulatorias de la red de Unity Help Care, que atienden a población latina y de color de forma gratuita. “He ido ahí para exámenes rutinarios”, indica.

Su hábito diario en la cuarentena por el COVID-19 pasa por una hora y media de “mucha lectura”, principalmente de noticias sobre política y economía en diarios estadounidenses, venezolanos y europeos, así como por cursos gratuitos de escritura y conversación del inglés en el Montgomery College.

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