Gobierno cierra cada vez más estaciones del Metro ante marchas opositoras

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De 12 que no prestaron servicio el pasado martes se pasó a 17 este lunes

La semana pasada los venezolanos y el mundo fueron testigos de una escalada sustancial en la represión de protestas opositoras. Pero no solo es el gas lacrimógeno, los perdigones y las detenciones. El derecho al libre tránsito también se ve reprimido, limitado, para minimizar el impacto de las manifestaciones contra el Gobierno. Los caraqueños lo sienten de un modo particular con el cierre de estaciones del Metro, el principal medio de transporte público en la capital.

La cosa ya es predecible. Basta con que la Mesa de la Unidad Democrática convoque a una movilización para que los habitantes de la ciudad sepan que ese día no dispondrán plenamente del subterráneo para desplazarse. La excusa oficial aparece como un mantra en la cuenta oficial de Twitter @metro_caracas: «resguardo de usuarios, personal e instalaciones».

A este sempiterno pretexto acompaña la lista de estaciones que amanecen con la santamaría abajo. Y cada vez han sido más. El martes de la semana pasada, fueron 12: en la Línea 1, Chacaíto, Sabana Grande, Plaza Venezuela, Colegio de Ingenieros, La Hoyada, Capitolio y Caño Amarillo; en la Línea 2, El Silencio; en la Línea 4, Teatros, Parque Central y Zona Rental; y en la Línea 5, Bello Monte.

Dos días después, con el llamado a otra marcha, el número de estaciones cerradas se elevó a 16. A las mencionadas fueron añadidas Bellas Artes, Parque Carabobo (ambas en  la L1), Ciudad Universitaria (L3) y Nuevo Circo (L4). Lo mismo ocurrió el sábado.

Hoy, lunes, son 17 las estaciones inactivas. Ciudad Universitaria está abierta, pero cerraron Altamira y Chacao (ambas en la L1).

Se estima que cada día más de dos millones de personas abordan el Metro para transportarse. Los cierres, que incluyen la céntrica estación de Plaza Venezuela (la que más movimiento tiene, por unir todas las líneas) generan caos en la superficie. Los servicios de autobuses colapsan y muchas personas se ven obligadas a recorrer a pie distancias de varios kilómetros. La mayoría no acude a las protestas de la oposición. Solo quieren ir de sus hogares al trabajo y viceversa. Para ellos es una dificultad adicional en una ciudad cuya cotidianidad ya se ha vuelto harto complicada, pero todo sea en nombre de la «revolución».