Varios estudios de opinión coinciden en que fracaso de conversaciones debilitaron apoyo a líderes disidentes
Sin dejar de insultarlos, acusarlos y amenazarlos, el presidente Nicolás Maduro ha llamado al diálogo con los dirigentes de la oposición en todas o casi todas sus alocuciones recientes. Es más, ha repetido que todavía se mantienen encuentros «privados» entre aquellos y los representantes del oficialismo. Cada vez que esto ocurre, algún vocero de la Mesa de la Unidad Democrática desmiente al mandatario.
¿Por qué tanta insistencia en que sigue habiendo reuniones a puerta cerrada por parte del mandatario? La respuesta podría estar relacionada con el efecto negativo que el diálogo llevado a cabo en el último trimestre del año pasado tuvo para la oposición entre sus seguidores. Un estudio de la firma Venebarómetro divulgado el pasado 13 de marzo halló que el respaldo a la dirigencia disidente abarcaba a 45,6% de los venezolanos. Sin embargo, en octubre, cuando comenzó el diálogo, esa proporción fue de 54%.
Venebarómetro estimó que 67,3% de los consultados en su estudio del mes pasado considera que las conversaciones con el chavismo fueron un desacierto, frente a solo 25,7% que opina lo contrario.
El resultado es similar en el Estudio de Coyuntura-País Marzo 2017, de la firma Datincorp. El mismo calcula que 36% de la población se considera seguidora de la oposición, nueve puntos porcentuales menos que en julio de 2016. En noviembre, con el diálogo en marcha, la base de apoyo ya se había reducido a 40%. Datincorp sostiene que El fracaso del diálogo, así como la inefectividad para impulsar el prometido cambio de gobierno, estarían detrás del descenso.
Aunque el oficialismo se ha jactado en el pasado de despreciar como manipuladas las encuestas que no lo favorecen, es probable que Maduro y sus asesores sí presten atención a estos resultados. Para minar aún más la confianza de la oposición en sus líderes, el Presidente pudiera estar tratando de hacer creer que las conversaciones siguen sin que se consulte a la base. Tal estrategia sería de utilidad para el Gobierno en momentos en que la oposición pretende reactivar la calle con protestas sucesivas. Es menos probable que la población atienda el llamado de los líderes si piensan que las intenciones de estos no son transparentes.