Son pocos los datos oficiales sobre la niñez que hay disponibles en Venezuela. Sin embargo, las organizaciones no gubernamentales, universidades y organismos multilaterales se han encargado de levantar sus propias aproximaciones y, de esa forma, graficar bien la dura realidad que hoy representa ser un niño venezolano: víctimas directas o colaterales de múltiples privaciones y los eslabones más afectados por la emergencia humanitaria compleja, agravada tras la llegada de la pandemia de COVID-19, según publica El Carabobeño.
Nadie sale ileso de la compleja situación por la que atraviesa el país. Sin importar los estratos socioeconómicos, de una forma u otra, todos la padecen. Pero sin duda, los niños que pertenecen a esa mayoría equivalente al 80 % de la población que está en pobreza extrema, según los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) 2019-2020, son quienes están enfrentándose -indefensos- a la peor parte. Esto implica, entre otras cosas, la privación de una alimentación adecuada en cantidad y calidad, dificultades para acceder a la educación y el el trabajo precoz, con todos los riesgos que conlleva la sobrevivencia en las calles.
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“Esas privaciones generan un impacto directo en el desarrollo físico, psicológico y emocional de los niños”, advirtió en entrevista con El Carabobeño Fernando Pereira, fundador de Cecodap, una organización venezolana que desde 1984 trabaja en la promoción y defensa de los derechos humanos de la niñez y adolescencia. “No es un tiempo fácil para ser niños en Venezuela, porque son muchas las adversidades y situaciones que tienen un impacto importante en sus vidas”.
A juicio de Pereira, quien es educador y orientador, el ya vulnerado derecho a la educación es uno de los que más se ha deteriorado, en especial desde las suspensión de las clases presenciales en marzo del año pasado. “Que las aulas, en un país como Venezuela, lleven más de año y medio cerradas, tiene un impacto importante en la mayoría de los niños, ya que a muchos se les dificulta mantener el vínculo educativo debido a falta de acceso a internet y dispositivos tecnológicos adecuados por parte de estudiantes y profesores ”, aseguró.
El cada vez más complicado acceso a la educación ha servido como abono para la creciente deserción escolar. Estimaciones de la Unión Nacional de Empresarios para la Tecnología en Educación (Unete) apuntan que alrededor de un millón 700 mil niños y adolescentes están fuera del sistema escolar. Además, según datos del mismo gremio, durante los últimos dos años aproximadamente 32 mil se han visto forzados a trabajar en las calles debido a la crisis generalizada.
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Incluso para los niños que tienen acceso a internet, tecnología y una educación de calidad, completar los últimos dos años escolares desde la casa fue todo un reto. A Adriana, de apenas ocho años, le costó bastante adaptarse a la nueva realidad. Durante los primeros meses manifestaba estar triste y la frase “odio el coronavirus” pasó a formar parte de su repertorio habitual. Lo que más quería era reencontrase con sus amigas de tercer grado e ir más seguido al cine y la playa.
Salud mental infantil en jaque
“Todo esto ha afectado a los niños no solo en la salud física, sino también en la mental”, explicó Pereira. “Los niños, quienes tienen una gran necesidad de socializar con sus pares, se han visto privados de espacios para hacerlo. Pasaron de acudir todos los días a lugares estimulantes y hasta de recreación, como las escuelas, a estar en sus casas”.
En mayo Cecodap publicó un informe titulado Somos Noticia – Capítulo Salud Mental (2020-2021), en el que se revela que el impacto del confinamiento en la salud mental de niños, niñas y adolescentes ha sido devastador. El documento se apoya en las estadísticas del Servicio de Atención Psicológica (SAP) Crecer sin Violencia, que desde 2017 trabaja para atender la afectación que deja los estragos de la emergencia humanitaria compleja en los menores de edad.
En el primer trimestre de 2021, al menos 49 % de los casos de niños y adolescentes atendidos por el SAP presentó alteraciones del estado de ánimo. De ese grupo, el 25,93 % reportó riesgo suicida. En un año esto ha significado un aumento de 27%, que para Cecodap es consecuencia de la inexistencia de una política pública en materia de salud mental de niños, niñas y adolescentes.
Violencia infantil a la orden del día
“El cierre de las escuelas ha hecho que las instituciones educativas pierdan también su cualidad de protección a los niños que sufren violencia y abusos en sus casas. El aislamiento contribuye a que no se puedan detectar esos casos y que aumenten las situaciones de violencia, maltrato infantil, abuso sexual, entre otros”, agregó el vocero de Cecodap.
De acuerdo al mismo reporte publicado por la organización en mayo, el 12 % del total de pacientes atendidos en el SAP dijo haber sufrido alguna forma de violencia: sexual, 34 % de los casos; acoso escolar, 25 %; intrafamiliar, 19 %; de género, 19 %; y violaciones de derechos humanos, 3 %.
Hay otro tipo de violencia que este año ha acabado con la vida de niños y adolescentes: la de las megabandas armadas, como la de alías “el Koki”, que operan al oeste de Caracas. Entre enero y julio han sido asesinados siete menores de edad en diferentes enfrentamientos entre los grupos delictivos y los cuerpos de seguridad del Estado. El último fue Alberth López, de 11 años, quien el 8 de julio fue alcanzado por una bala perdida en la cabeza.
La pandemia también disparó los niveles de desnutrición infantil. Así lo constató Cáritas de Venezuela entre abril y julio del año pasado, cuando registraron un incremento de 73 % en la cifra de menores de cinco años con desnutrición aguda, atendidos en 13 estados del país.
En ese periodo Cáritas también reportó que el 34 % de los niños evaluados tenía algún grado de desnutrición o estaba en riesgo de tenerla y que el 49 % de los casos detectados correspondía a menores de dos años.
En Valencia, una de las ciudades en las que se ejecutan los planes de apoyo nutricional, la organización registró que el 16,5 % de los atendidos presentó desnutrición.
Un día para compartir, a pesar de todo
En medio del oscuro panorama que envuelve a la niñez en Venezuela, este domingo 18 de julio algunos padres harán todo lo que está a su alcance para brindarles a sus hijos un momento de alegría con algún obsequio, un cotillón, un paseo dentro de la ciudad o simplemente su comida favorita. Mientras que para otros, será un día más.
Mariana y su hermana Isabella estudian en el colegio La Salle. Cada fin de semana comparten con sus papás, Carlos y Catalina. Hoy tienen una presentación en el Teatro Municipal de Valencia porque ellas están en clases de patinaje. La emoción del Día del Niño será esa, su presentación. De resto, será un domingo de compartir, como todos los fines de semana.
Para el representante de Cecodap, hay un elemento determinante, a pesar de todo: la esperanza que genera la capacidad de los niños de seguir sonriendo y mantener sus sueños, incluso en ambientes hostiles. “Ahí está nuestra apuesta, en tener fe en su capacidad de resilencia y recuperación, aunque eso no justifica de ninguna forma todas las privaciones a las que son sometidos”.
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