A lo largo de los últimos meses, Venezuela ha vivido un proceso de dolarización transaccional determinado por una intermitente falta de efectivo y la pérdida del poder adquisitivo del bolívar, producto de la hiperinflación que azota el país.
Dicha situación propició el uso de la divisa estadounidense como un método de pago eficaz y sobretodo que guarda las características del dinero: reserva de valor, unidad de cuenta y forma de pago.
No obstante, este proceso de dolarización es informal dado que no hay directrices oficiales que determinen su uso y la situación política del país no permite el establecimiento de acuerdos entre el Estado venezolano y la Reserva Federal de Estados Unidos.
Esto ha provocado que los criterios al momento de transar con dólares sean muy diversos y también que en algunos casos no sean flexibles con los usuarios.
Algunas de las limitaciones que se han podido vivir es que los billetes no deben estar desgastados, no pueden tener manchas o marcas de algún tipo, no los aceptan con pequeñas rupturas y en algunos casos hay quien sólo los recibe si fueron emitidos desde cierto año en adelante.
Sin duda alguna esta serie de criterios dificultan las operaciones con divisas en un país donde no se emite esta moneda y es imposible ir al banco a buscar o cambiar un billete.
Uno de las mayores odiseas es poder paga con un billete de cien dólares.
Los comerciantes esperan que por ser un billete de alta denominación esté en perfecto estado o sea nuevo. Sumado a ello, hay establecimientos donde prefieren no recibirlo porque dar cambio es complicado.
Es importante destacar que el tema de los vueltos afecta a cualquier billete de dólar y en muchas ocasiones se insta a los compradores a gastar determinada cantidad de dinero para dar el cambio, lo que en teoría no debería ocurrir dado que las personas tienen la libertad de gastar lo que quieran.
Otro problema es que ha locales que no cuentan con el equipo especial que permite verificar la autenticidad del billete y a pesar que los revisan de forma manual prefieren no recibirlos.
La falta de flexibilidad para aceptar el dinero, los criterios de gasto mínimo y la falta de equipo hacen que pagar con billetes de alta denominación sea complicado y desalentador.
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