Entradas a espectáculos o eventos, mínimo 10 dólares, gestiones para realizar trámites de emigración 40 dólares por documento, trajes de baño en tiendas de diseño venezolano 40 dólares, chaquetas y carteras desde 80 dólares, pasajes de avión desde 400 dólares, solo por citar solo algunos ejemplos.
El tema se ha hecho recurrente en proporción a lo avasallante de la crisis en el país. Se mantiene en secreto solo para unos pocos. Incluso ya en las etiquetas de algunas tiendas se lee, 30, 40, 60 y 80 dólares sin mayor rubor.
Es cierto que cada vez más la gente que produce en el país o que importa trata de preservar su inversión y garantizar la posibilidad de volverla a hacer. Eso es absolutamente legítimo.
Las transacciones se hacen generalmente por medio del sistema de envío de dinero por correo electrónico llamado “Zelle”, el cual es inmediato y solo encuentra obstáculo en la lentitud de la plataforma de internet que utilice el cliente.
Ya ni se cuestiona la nomenclatura de precios pues la realidad se impone pesada y contundente en el mercado.
Más allá de los ejemplos citados al inicio que pueden ser superficiales en un país donde falta la comida y la medicina, está el comercio de los productos y bienes realmente preciados para la vida humana. Una bolsa de sangre 300 dólares, una vacuna para un hijo sobre los 100 dólares ya forman parte de la cotidianidad. Ayer en un supermercado escuché a dos trabajadores, que estaban despachando en una caja, comentar sobre un paquete de pañales que les estaban vendiendo por redes sociales a 25 dólares.
Nuestra vida en la práctica tiene un precio en dólares y no lo podemos negar, que si es ético o no es otra discusión que sin duda creo que hay que dar, pero al final todos sabemos cuáles son los parámetros claros en los que se debaten los temas de dinero.
