Carnaval de El Callao distinguido por Unesco festejó entre crisis y violencia

0
1589

Caracas.- A paso corto y cadencioso, un río multicolor de gente recorrió al calipso las calles del pueblito minero El Callao. El carnaval les hizo olvidar la crisis y la violencia que azota a esta región, rica en oro, del oriente venezolano.

Todos en el pueblo celebraron orgullosos que su carnaval, con poco más de un siglo de historia, fuera declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco el 1 de diciembre, reseñó AFP.

Entre comparsas que bailan al ritmo del tambor bumbac, el rallo, el cencerro y el cuatro (pequeña guitarra típica), la gente siguió el desfile con las «Madamas» -mulatas elegantemente ataviadas con turbantes y vestidos de colores- y los «diablos danzantes», entre muchos singulares personajes.

Pero el júbilo contrastó con los graves problemas sociales de este pueblo de 21.000 habitantes -a los que se suman una población flotante de miles de mineros-, ubicado en el estado de Bolívar, fronterizo con Brasil.

«La situación económica y la inseguridad nos ha golpeado mucho. La mafia del oro aquí es muy grande. Pero si no hacíamos el carnaval era como matar al pueblo. Uno no puede dejar que la delincuencia lo acorrale», declaró a la AFP Elvis García, un lugareño de 35 años que se visitó de «negrita».

– Enmascarados y encapuchados –

Fuertemente armados, los «malandros» (delincuentes) se dividen por sectores el control de la minería artesanal e ilegal de El Callao y de otros pueblos de Bolívar, extorsionando a los mineros y comerciantes.

En Tumeremo, un pueblo vecino, ocurrió hace un año la masacre de una veintena de mineros. En El Callao, los enfrentamientos entre bandas que se disputan las minas han dejado una decena de muertos apenas empezando el año.

«No somos ajenos a la situación difícil que vive Venezuela. No estamos escapando de la realidad, pero entre tanta dificultad y el miedo con el que vivimos, necesitamos una alegría», declaró a la AFP Lourdes Wallace, una farmacéutica de 55 años que desfiló como «Madama».

A través de un altoparlante, en la plaza de El Callao, el alcalde Coromoto Lugo anunció una nueva norma del carnaval: «Después de las seis de la tarde nadie puede andar con el rostro cubierto o enmascarado».

Así podrán trabajar mejor, dice, los cientos de militares y policiales desplegados durante la fiesta.

Encapuchados, con armas largas y vestidos de camuflaje, miembros del Ejército recorren el pueblo en motocicletas. «Ojalá fuera así todo el tiempo, pero después de esto se van», se quejó un hombre que miraba el desfile.

– Malaria en carnaval –

La zona de Bolívar donde están El Callao, Tumeremo y otros pueblos mineros, cundidos de malaria, recibe a más de 60.000 personas que llegan de todo el país buscando oro, lo cual extendió la enfermedad, con 232.000 casos nuevos en 2016.

«Nos preocupa que el carnaval ayude a propagarla aún más. La malaria aquí es normal como la gripe, pero el turista no la conoce», dijo un técnico de laboratorio en un centro de Tumeremo al que acuden diariamente decenas de afectados con el mal, la gran mayoría mineros.

Golpeada por la caída de los precios del petróleo, Venezuela, 95% de cuyos ingresos dependen del crudo, sufre una severa falta de alimentos y medicinas. Los medicamentos contra la malaria también escasean en esta región.

Los venezolanos enfrentan además el rigor de una inflación que el FMI cifra en 1.660% para 2017. La vida en esta región, donde se mueve mucho dinero en efectivo del negocio del oro, es aún más cara que en el resto del país.

En diciembre, El Callao, Tumeremo y otras localidades de Bolívar fueron escenario de saqueos por la salida de circulación del billete de 100 bolívares -el de mayor denominación- sin que entrara en vigor el nuevo cono monetario. La falta de efectivo provocó el caos.

Oro, calipso y ron –

Para Lourdes, este festejo cobra vigencia en tiempos difíciles. «El carnaval surgió porque nuestros antepasados trabajaban muy duro y su única diversión era el calipso», dijo.

La fiesta, que la Unesco elogió como una representación de «la memoria e identidad cultural», mezcla el folclore local con las tradiciones de los migrantes de las Antillas francesas y británicas que llegaron en el siglo XIX atraídos por la fiebre del oro.

Daina Quintana, una comerciante de 55 años, promete que no dejarán «morir la tradición» de sus antepasados: «Somos un pueblo con una cultura muy rica. El Callao no es solo oro, calipso y ron», dijo sin parar de bailar.