Maduro recompensa con puestos de gabinete a funcionarios que dejan gestiones con resultados críticos

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Nuevo vicepresidente sale del gobierno del estado con mayor tasa de homicidios del país

«Eficiencia o nada» fue uno de los primeros lemas del gobierno de Nicolás Maduro, desde sus inicios en 2013. Cuatro años después, pareciera que fue más la nada que la eficiencia. La calidad de vida de los venezolanos está visiblemente desmejorada y lo único en lo que el oficialismo ha sido efectivo es en mantenerse en el poder.

Los cambios en el gabinete ejecutivo hechos ayer por Maduro sugieren que en 2017 las prioridades del chavismo serán las mismas, si se considera lo que dejan atrás como funcionarios varios de los integrantes del grupo de trabajo del Presidente.

La estrella del momento sin duda es el nuevo vicepresidente, Tareck El Aissami, a quien Maduro pidió enfocarse en el combate a las bandas criminales, puesto que, aseguró, es un «experto» en materia de seguridad. De hecho, El Aiassami fungió como uno de los últimos ministros de Relaciones Interiores, Justicia y Paz de Hugo Chávez. Sin embargo, su pasantía por este cargo dejó mucho que desear. La periodista especializada en sucesos Ronna Rísquez recordó ayer, en una cadena de tuits (@ronnarisquez), que en ese período aumentaron los homicidios y los secuestros en el país. Las cárceles, sigue la comunicadora, fueron hasta entonces competencia de la cartera del Interior, pero se perdió el control sobre ellas. Surgió la figura del «pran» y se produjo el motín más largo en la historia penitenciaria de Venezuela, en El Rodeo. Debido a esta crisis, Chávez decidió crear el ministerio de Servicio Penitenciario.

Como gobernador de Aragua, su último cargo, la supuesta experticia de El Aissami en seguridad tampoco salió a relucir. Varias zonas del estado son controlados por grupos delictivos. Es el caso del barrio de San Vicente, donde la palabra del pran conocido como «Niño Guerrero» es ley. El sur de la entidad fue parte del territorio donde José Tovar Colina, alias «el Picure», sembró el terror hasta su muerte. El año pasado en Maracay se produjo un toque de queda ordenado por un pran para honrar la muerte de uno de sus subalternos. Los organismos de seguridad del estado no hicieron nada por evitarlo. Según el informe del Observatorio Venezolano de Violencia, Aragua fue en 2016 el estado con la mayor tasa de homicidios del país: 142 por cada 100 mil habitantes.

El Aissami pudiera estar más a gusto «poniéndoles los ganchos a terroristas de ultraderecha», como le ordenó Maduro, que combatiendo el hampa. A propósito de esto, ahora el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), ente adscrito a la Vicepresidencia, formalmente deberá rendirle cuentas al exgobernador.

Desde las ruinas de un hospital

Otra polémica designación de anoche fue la de Antonieta Caporale como ministra de Salud. Viene de ser directora del Hospital Universitario de Caracas, otro de los centros públicos de salud en estado deplorable. El portal Crónica Uno reseñó en mayo de 2016 que en los cuatro primeros meses de ese año el número de neonatos fallecidos en el hospital ya había superado el total de 2015. La falta de medicamentos, de insumos y equipos ha afectado al Universitario como al resto de los centros asistenciales. Caporale ha negado que la situación sea crítica.

El personal médico del hospital y otros de sus trabajadores han denunciado la situación en reiteradas oportunidades. Más de una vez estas protestas han sido el blanco de grupos violentos, algunos de los cuales han incluido la descarga de armas de fuego. Dichos grupos, según las víctimas, contaron con el aval de Caporale en estas acciones. Cabe preguntarse si la presencia de estos colectivos se replicará en todos los hospitales del país ahora que la directora del HUC pasó a ser ministra de Salud.