Tomar taxi en Caracas ya no es una opción de transporte para los caraqueños, debido a su precio y al poder adquisitivo del venezolano.
Una carrera mínima está estipulada en Bs. 40.000, lo que representa el sueldo mensual de un trabajador que cobre salario mínimo. Si se trata de rutas más largas puede costar hasta Bs. 250.000, si se sale del área Metropolitana.
«Vivo en La Guaira y trabajo en Caracas. El día del último apagón, en algunas zonas de Caracas, fue un colapso total el transporte público. Estaciones del Metro cerradas, autobuses abarrotados e imposibles de tomar. Y se me ocurrió parar un taxi a ver cuánto me cobraba por lo menos hasta Maiquetía. Y casi me desmayo cuando me dijo que eran Bs. 250.000, que aceptaba dólares, pago móvil, transferencias y hasta comida. Ya efectivo no piden porque saben bien que nadie tiene esa cantidad. Si conseguir para un pasaje es un calvario, imagínese conseguir más de Bs. 100.000. No lo pude tomar. Me tocó quedarme en Caracas en cada de un compañero de trabajo. Pagar eso es imposible», narró Carlos González.
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Los taxistas se excusan diciendo que ellos están conscientes de la realidad del venezolano pero que a ellos les cuesta mucho mantener el carro, el precio del aceite o de cualquier repuesto no baja de Bs. 100.000, y en muchas ocasiones los consiguen en dólares. Y ni hablar de los cauchos, que lo catalogan como «una desgracia», si se les daña alguno.
«40.000 bolívares sigue siendo nada para nosotros, porque si se nos daña un caucho es una desgracia, prácticamente eso nos hace parar el carro. Cuestan $35 y hasta $50. Dígame usted ¿cómo hacemos? Muchas líneas han cerrado ya, los particulares ya ni se ven, porque la verdad es que hay muy pocos clientes que tomen este servicio hoy en día», expresó Luis Escalona, de la línea La Paz.
Los llamados mototaxistas también sufren por la baja demanda de clientes, a pesar que sus precios son más accesibles. Entre Bs. 15.000 y Bs. 40.000 si la carrera es más larga. También aceptan divisas, trueque, transferencia o pago móvil. Se han adaptado a la vida sin bolívares que esta economía les ha impuesto.
«Ya nada es como antes. Efectivo no existe. Aceptamos lo que tenga el cliente. Porque es eso o no trabajar», dijo Ramón Blanco, de la línea La Vega.
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