En la historia de cualquier ser humano lo traumas y las heridas forman parte de la dinámica de la vida, y las instituciones no son la excepción.
Los empresario agrupados en Fedecámaras, que no son la totalidad de los que existen el país pero si una buena representación, lloraron lágrimas de sangre por la factura finita que les ha pasado el paro y la presidencia de Pedro Carmona Estanga. Se les cerraron las pocas puertas que tenían abiertas para aquel entonces y capacidad de interlocución que tenían. Sus acciones se limitaron al terreno simbólico y los beneficios concretos que podían generarles a sus afiliados desaparecieron casi en su totalidad.
Una larga cadena de comunicados, pronunciamientos, quejas han quedado plasmadas en miles de horas de grabación y en un número parecido de caracteres impresos. Los periodistas de la fuente pasamos años buscando declaraciones, datos, planteamientos que llegaran al gobierno a fin de imprimir a la economía el giro correcto, pero la tarea resultó altamente frustrante.
Las advertencias se hicieron pero el país no quiso escuchar tampoco, mientras se podía vivir del cadivismo a muchos solo le importó el presente. En los últimos tiempos es que apenas gran parte de la población ha acusado recibo del impacto de la realidad que se fue forjando con los años.
