El mango: nuestro nuevo tesoro nacional

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Fotograf’as: Juan Luis Clemente

En la Venezuela de antes el mango no era tan apreciado como en la actualidad. Las altas y fuertes matas del fruto crecían por toda Caracas, sus raíces se expandían levantando aceras y hasta casas. La gente regalaba los mangos porque incluso a muchos no les gustaba o preferían la manzana y  la pera importada.

En la Venezuela de los últimos dos años, la realidad es otra, la temporada de mango de junio a septiembre principalmente, trae esperanza al caraqueño porque gracias al bajo costo y al alto contenido calórico de esta fruta  puede suplir algunas carencias de la dieta diaria.

Ya es de todos conocidas las dificultades para acceder al pollo o a la carne, por el alto precio de estos productos.

Es así como el mango pasó a ser una especie de salvador silente, buscado por muchos.

En el centro de Caracas se extienden manteles, cartones del Clap y carritos viejos de supermercados por las avenidas Universidad, Urdaneta y Fuerzas Armadas vendiendo entre Bs.60 mil y 100 mil el kilo de mango.

Es la nueva golosina más accesible para los niños y el almuerzo de muchos que al comer dos unidades alivian el hambre en horas del mediodía, reportan los vendedores,  la mayoría comerciantes improvisados, personas con mucha necesidad que se encargan de bajar la fruta de los árboles o recoger la que cae en las aceras para comercializarla  informalmente.

El trópico nos regala esta bendición hasta el mes de septiembre, ese mismo trópico que influye en nuestro carácter y en nuestra capacidad de soportar.

Porque ¿quién no es más feliz con un día de sol o mirando  a El Ávila de vez en cuando? Y con un pizca de dulzor más.

Esas son nuestras pequeñas alegrías y a la vez el reflejo de nuestra cruda realidad, la esperanza de resolver una comida que nos regale un poco más de energía para seguir luchando.

Mientras tanto a lo lejos llegan los ecos de las últimas noticias, la inflación de 128, 4  por ciento el pasado mes de junio, la caída de la actividad productiva en 12 por ciento en los tres primeros meses del año comparado con el mismo período de 2017.

Mientras tanto las nubes de polvo de las cuadrillas desordenadas que remueven las aceras en el centro de la ciudad siguen nublando la vista de cientos de ciudadanos sin transporte público que caminan hacia sus trabajos, centros de estudio o sin destino.

Todos los pensamientos verbalizados que se escuchan tienen un denominador común: esto es fin de mundo, cómo llegamos a esto, debo ganar unos dólares, a cuánto está el pasaje.

Y así transcurre la vida del ciudadano común en la Venezuela de mediados de 2018.