El regreso a la Venezuela rural

Los ejemplos del Metro, agua y luz nos demuestran como ha sido nuestro viaje al pasado

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Solo contemplar la idea de retornar al umbral de la ruralidad parece parte de un cuento de ciencia ficción. Sin embargo en Venezuela todo es realmente posible pues como se ufanaba el gobierno «lo extraordinario se ha convertido en lo ordinario».

Cuando hablamos de servicios públicos uno de los escenarios que se cierne en el futuro inmediato es «volver al pasado» como se titulada la recordada película de Hollywood. Para nosotros los que aún vivimos y creemos en Venezuela ya es «casi normal» que la luz falle, que el Metro colapse, que el agua solo llegue entre dos y máximo cuatro días a la semana, tan solo por citar algunos ejemplos.

El monitoreo de Servicios Públicos de Cedice del pasado mes de febrero señala textualmente: 

«En la medida que una ciudad deja de cubrir sus servicios fundamentales, es inminente el atraso que puede llevarnos a niveles primitivos de subsistencia.  Diversos expertos señalan que, si los cambios no se ejecutan pronto, los daños serán irreversibles. Lo esencial consiste en planificar estrategias de mantenimiento y reparación, donde la inversión sea conducida específicamente a restablecer y afianzar la sostenibilidad de los servicios, posteriormente, para ampliar las capacidades instaladas y, finalmente, para incrementar los esquemas de suministro a toda la población».

Lo cierto es que primero no existe la voluntad de mejora más allá del maquillaje que permita pasar el momento de apremio o no incida en la voluntad inmediata de voto de un potencial elector. Si tomamos el caso del deterioro del Metro tenemos que las inspecciones realizadas por las autoridades se limitan a recorridos por las instalaciones con fotos y video, pues no se ataca el problema de raíz que se basa en una gran desinversión que ha llevado al sistema al borde del colapso total. De la tarifa ni se habla y cada vez es más común que ni personal haya en las estaciones para cobrarla. Estamos hablando de un sistema con un capacidad desbordada ante la insuficiencia y alto costo del transporte público  superficial. Actualmente en la Gran Caracas solo funcionan 3000 unidades, un 15 por ciento del total existentes. Lo anterior ha hecho que los ciudadanos vean en el Metro su única solución por ahora. 

Esta razonamiento básico no impulsa a la acción a los responsables y es donde me pregunto: ¿será que a alguien le conviene que el Metro llegue al colapso total?

Con respecto al tema del suministro de agua, la situación no luce muy diferente. Como las cisternas se convirtieron en un gran lujo, la gente ha tenido que adaptar su vida y actividades de limpieza y cocina para «cuando llegue el agua». Hasta los horarios de dormir o despertar ya dependen del momento glorioso cuando a nuestra zona le toca el servicio. Después de toda las explicaciones del impacto de los fenómenos de El Niño y La Niña, una vez cesado su efecto, quedó al desnudo los estragos de la desinversión, de la falta de mantenimiento y de la desidia.

Y el último servicio por citar en este artículo es el eléctrico. En Caracas recientemente vivimos los embates de esta situación que ha cambiado la vida a los habitantes del interior del país.

No hay día que no haya un «bajón», que las fallas no afecten las plataformas de los bancos y de la telefonía celular. Venezuela hasta hace muy poco importaba electricidad a Colombia y esto si no es ciencia ficción. Nuestra fuerza hidroeléctrica es verdaderamente una maravilla natural exactamente proporcional a la ineficiencia de quienes la han administrado.

En la última década negocios millonarios se hicieron con plantas eléctricas, barcazas y demás promesas para mejorar el suministro y generación. Pero una vez más la falta de inversión, de mantenimiento y la corrupción nos llevaron a la precariedad que como dijimos al principio nos está conduciendo a la ruralidad.