El Frankenstein de la deuda venezolana

Parafraseando a Rafael Caldera: cómo pedirle a un pueblo que se inmole por un sistema que no le da de comer.

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Utilizar imágenes para describir hechos o situaciones tiene un importante valor pedagógico. El moderno Prometeo, mejor conocido como Frankenstein, es a mi criterio una imagen que en cuanto a su origen (no así su nobleza)  refleja claramente la naturaleza de la deuda venezolana que tanto nos agobia.

Frankenstein en la obra de Marey Shelley es un ser creado a partir de partes diversas de cadáveres diseccionados, producto de un experimento del inmortalizado Víctor Frankenstein, según reseña un artículo publicado hoy en el portal Venepress. 

Y así es la deuda venezolana, conformada por obligaciones  muy diferentes,  compleja  y difícil de entender, que alguno podrían calificar como parte de un “experimento revolucionario” cuyo objetivos están claros. Como declaraba el Director de Ecoanalítica recientemente  a El Nacional “son casi 150 millardos de dólares que agrupan deudas por bonos, bilaterales, deudas con garantías y sin garantías, deudas con condiciones diferentes, por lo que se termina en un escenario complejo con una deuda alta y fuerte”.

De forma sencilla podemos decir que a la fecha el gobierno se ha atrasado en algunas obligaciones y en otras no, por lo que algunos analistas y  economistas han declarado que ha ocurrido un “default selectivo”. En la prensa dominical  el economista Francisco Rodríguez, jefe del banco de inversión Torino Capital,  quien  la pasada semana acompañó a un grupo de inversionistas que vinieron a la reunión con Ejecutivo Nacional, habla de “default restringido”;  y advirtió que “siempre y cuando los retrasos se mantengan dentro de plazos razonables y las autoridades comuniquen a los tenedores su intención de pagar, es poco probable que se inicien acciones legales para intentar el cobro de las obligaciones”. (El Universal)

La semana pasada algunos inversionistas activaron los seguros que habían adquirido a bancos y fondos de inversión a fin de protegerse de un posible impago definitivo, luego de que la Asociación Internacional de Swaps y Derivados (ISDA) validara que los retrasos en lo que ha incurrido la República son suficientes para activar los seguros (caso Pdvsa 2017,  Pdvsa 2027), explicó Rafael Guzmán, de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional.

Pero cómo se explica este panorama financiero a unos ciudadanos que desde que se levantan hasta que se acuestan, hacen colas, trabajan el doble, y concentran sus esfuerzos en comprar comida para garantizar la sobrevivencia. ¿Qué puede importar lo que pasa con la deuda cuando no se tiene la medicina que te permite seguir viviendo?

He allí el esfuerzo que hay que hacer por parte de políticos, economistas y periodistas.  Señores el Frankenstein de la deuda que creció significativamente en todas las direcciones posibles en estos tiempos de Revolución, sí tiene impacto directo en lo que usted se lleva a la mesa. La más sencilla de las razones es que para cumplir con las obligaciones que le permitieron dinero fresco a la Revolución para financiar proyectos y caprichos revolucionarios,  el Gobierno ha tenido que sacrificar las importaciones de alimentos, medicinas y bienes esenciales.

El rol contralor de un parlamento y de una sociedad activa, tiene mucha importancia. Gracias a la hegemonía de los poderes, se autorizaron sin pensar en las consecuencias emisiones y emisiones, cuyas ataduras comenzaron a pesar cada vez más a medida que los precios petroleros fueron cayendo en picada.  Ese dinero que a Hugo Chávez le encantaba decir que “guardaba bajo el colchón” nos ha salido muy caro.

La Revolución se escuda en las cifras de aumento de la inversión social, pero no da cuenta de lo improductivo que ha sido destinar recursos que por una errada orientación han alimentado el clientelismo y una masa de personas que quieren seguir viviendo de la dádiva.

Al final el dragón se muerde la cola y Frankenstein como en la literatura se vuelve contra su creador.

  • Ginette González